La cinta seguía corriendo
evitando mover los pies
y se proseguía velozmente.
Y llegaban y llegaban montañas de cosas
que no serían ni enterradas ni quemadas,
más tendrían que reciclarse o reusarse
(almenos eso se murmuraba)
La cinta corría y llevaba, llevaba papel,
llevaba plastico, botellas de agua aplastadas,
un traste de aluminio con las sobras
de salsa de tomate del Ipercoop,
una botella de vidrio de Chinotto
que sanciona el que te quedes fuera del Coro.
Y más papel y más papel…
Más ¡mira debajo! una forma extraña,
blanda y apestosa que se huele aún teniendo
el cubrebocas que usas y luego desechas
y que cada día te proporcionan,
y que cada día tocas con tus enguantadas manos.
Cubrebocas que dura dos semanas
y que no te protege gran cosa.
Te ves con el cuerpo cubierto de manchitas,
a algún otro le ha dado hasta epatitis.
Pero mira, hay que ser mensos de verdad
para desechar los zapatos viejos
en el contenedor del vidrio.
Un viejo zapato de piel
con algo que se ha podrido dentro.
Asqueado lo levantas sosteniendolo
con un pedazo de papel
para decidir de que lado apartarlo.
Tal vez sea organico…,
avientalo entre las demás porquerías,
con la mierda que de seguro no es pulcra,
y que huye siempre al ojo del contralor.
Hace dos semanas
había también un gato muerto,
pero algo dentro de tu cuerpo
reconoció el objeto como algo familiar
y echaste un gran grito:
¡Un pie mutilado!
Un pie de alguien que un tiempo caminaba
sobre la calle y sobre el polvo,
quién sabe cuanto camino ha recorrido,
tal vez el mismo que tú mismo has caminado
por las secas veredas del desierto
después de que un Land Rover,
con cuarenta y dos arriba trepados,
te ha descargado sin hacer cumplidos
y sin darte un poco de agua, y creías morir
como un alma abandonada.
Y pensar que debajo de un manglar
en tu país un poco de sombra la encontrabas.
Sin embargo has visto mucha agua salada
y gran variedad de superficies marinas
que te farfullaban en la panza algo de agua.
Y pensar que en la lengua Ewe
Togo, el nombre de tu país, significa
“ir hacia el agua”.
Y tú en cambio ibas hacia un agua distinta
a perseguir un sueño transformado
en cadenas de cinta.
Y tú ahora te ves esclavo;
aunque si desde hace ciento cincuqenta años
dicen que la la esclavitud la han abolido…
Te ves vendido por tu mismo hermano
que te amenaza de vudú
si hablas con los periodistas
o si hablas con el sindicato,
si dices que recibes como sueldo
mitad de lo que has trabajado.
Si dices que en la civilizada Imola
no se te paga si te enfermas
ni se te da el extra de fin de año.
Y si te va bien al menos algo en tu sueldo recibes
que te dan por la calle o en un bar.
Y por ello has de firmar letras en blanco
pues te friegan ni más ni menos
que tu recibo de pago…
¡Dime tú, oh pie que vienes de lejos!
si ésta es vida, digna de un ser humano.
Dime tú si todo esto es digno de ser vivido.
Pina Piccolo, 2 agosto 2010
Traduccion de Victor Moreno Serrano
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