“Es el ambiente el que nos deja inválidos”
Por Paul Carlucci y Jamila Akweley Okertchiri
Tanto Emmanuel Joseph como George Amoah son dos ghaneses discapacitados, pero con vidas totalmente diferentes.
El primero mendiga semidesnudo sobre un pedazo de cartón en Accra Central, un distrito de la capital de Ghana. Tiene la mayor parte de su cuerpo paralizada y apenas consigue unos tres dólares por día en limosnas.
El otro está en silla de ruedas, usa traje, tiene el cabello prolijamente cortado y trabaja en un importante banco del mismo barrio.
Son dos personas en dos millones de discapacitados de este país de África, esto es, 10 por ciento de la población, según la Organización Mundial de la Salud. Cinco años después de su aprobación, la Ley para Personas con Discapacidad ha traído pocos cambios a sus vidas.
En el papel, la norma ofrece oportunidades de pleno empleo, educación gratuita, accesibilidad a edificios públicos y al transporte, así como mayor integración social. Pero la realidad es muy diferente.
“A veces me insultan”, señaló Joseph. Sus piernas quedaron paralizadas luego de haber recibido un medicamento inyectable que le provocó un daño permanente. “A veces la gente me golpea”.
Vive con su hermano en una comunidad llamada Post Office. Cada mañana, se traslada él mismo sobre ruedas hasta Accra Central y se queda en la vereda. Personas con discapacidades similares están por toda la zona.
“Hay una discriminación muy sutil”, dijo por su parte Amoah. “Si tienes algún impedimento físico, te categorizan de alguna manera”, indicó.
En cierta forma, Amoah tuvo suerte. Estudió en la universidad y pudo obtener un cargo en un banco luego de que la organización no gubernamental Sight Savers realizara su primera feria anual de empleos en 2010.
No quiso dar detalles de cómo quedó discapacitado. Se limitó a decir que su salud se deterioró cuando era muy joven y por eso perdió cinco años de escuela. No obstante, logró avanzar en un país que por lo general ve a las personas inválidas con menosprecio.
Algunos de sus amigos también con problemas físicos no han sido tan afortunados.
“Obviamente, es muy difícil. Ellos dependen de sus familias. Algunos tendrán empleos poco importantes, y otros mendigarán. La mayoría hacen trabajos que están muy por debajo de su nivel, pero tienen que hacerlos para sobrevivir”, dijo Amoah.
Ninguna de las provisiones de la ley ha sido aplicada plenamente. Otro proyecto que fortalecería las clásusulas relacionadas con empleo, educación y accesibilidad se encuentra estancado entre el Ministerio de Bienestar Social y la Oficina del Fiscal General.
Mientras, la Federación de Discapacitados de Ghana intenta mejorar sus relaciones con el gobierno para lograr cambios.
“Si no lo hacemos, y el borrador es aprobado tal como está, habrá muchas lagunas”, dijo Isaac Tuggon, abogado de la Federación. “Es algo que debería estar resuelto desde hace mucho tiempo”.
Según la ley, el entorno urbanístico de Ghana debe ser plenamente accesible para personas con discapacidad para 2016. Si bien hay instalaciones accesibles en Accra, existen todavía muchas barreras, desde canaletas hasta edificios viejos sin ascensores.
Tuggon se queja de que casi no se han hecho trabajos para mejorar los edificios, y que incluso las nuevas estructuras carecen de rampas.
En Accra Central, donde hay muchas oficinas de gobierno, solo el Ministerio de Bienestar Social cuenta con rampas para sillas de ruedas.
“Si puedo ir a todos lados, entonces no soy discapacitado”, dijo Amoah. “A veces es el ambiente el que nos deja inválidos”.
La ley también establece la creación del Consejo Nacional de Personas con Discapacidad. El órgano fue conformado, pero su secretario ejecutivo, Max Vardon, dijo que aun carecía de recursos.
Una de las tareas del Consejo es adoptar directrices para el uso de los fondos comunes municipales, creados en los años 90 en el marco de un esfuerzo para descentralizar el gobierno federal.
En 2005, en respuesta a la presión de la sociedad civil, dos por ciento de esos fondos se comprometieron para personas con discapacidad. Ese dinero llega, pero con mucha lentitud. Se esperaba que las directrices solucionen ese problema.
“La realidad es que no están interesados”, dijo Vardon. “Los ghaneses en general no se preocupan por la discapacidad. Simplemente no quieren saber del tema. Los que trabajan en las asambleas de los distritos también son ghaneses, y tienen la misma actitud. No quieren saber”.
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